martes, 16 de noviembre de 2010

16 ♥

Bueno, hoy cumplo siete hermosos meses con mi Kamikaze.
Es tanto y tan poco a la vez...Es el primer novio qe me dura tanto xD No es qe haya tenido tantos novios, pero osea, muchas veces uno siente qe nadie toma en serio nada, y a veces uno se deja llevar por la movida, y es qe a veces pienso en qe lo nuestro va demasiado en serio para nuestra edad, y no se si esta del todo bien. Pero prefiero hacer las cosas tan mal antes qe separarme de él. Ya sé qe ustedes van a pensar qe soy otra adolescente pelotuda del montón, tal vez sí, tal vez no, no es algo qe me importe. 
 Hace mucho qe no siento una felicidad tan plena, me siento tan mal con migo qe ni siqiera lo noto, y él y mis amigos y mi familia por mas enqilombado qe este todo son lo qe llena mi alma.
 Mi vieja siempre estuvo en contra de qe yo estuviera con él ((no necesito explicar el qilombo qe se armo cuando le conte todo lo qe paso)) pero desde qe estamos juntos siento cosas qe hace mucho no sentía, y cosas qe ya conocía pero qe solo me trajeron dolor, ahora me traen tanta felicidad.
 Bueno, no los aburro más con mis sentimientos estúpidos y les dejo algo qe escribí.
Algunas partes están inspiradas en mi Kamikaze y algunas partes son ficticias, parte de un personaje.
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Estuvo a punto de caer en la inconsciencia.
El cabello castaño y los ojos líquidos y oscuros cual café.
Las nubes enmarcadas en sus pupilas, el brillo acariciado por las espesas y oscuras pestañas.
El perfume de los labios y la melodía del parpadeo, el ritmo de su caminar.
La armonía de su peligrosa sonrisa, incompleta, cautivante.
El tono de su risa, el rugido serpenteante y sumiso de la catarata.
Las facciones angulosas, la espalda ancha, la piel pálida e intacta, las tenues y pequeñas venas que se transparentan, la boca sonrosada, la mirada misteriosa, con la luz exacta, con el ángulo exacto, con la intensidad y el fulgor exactos, con la cantidad de veneno exacto.
Sus manos y toda la delicadeza que puede ocultarse en una mano descuidada y hermosa.
Los dedos largos, la muñeca marcada.
Un hueso, una vena, una mancha rosácea sintiéndose única entre la inmensa claridad, tal vez, un lunar, tal vez, una herida, un corte, recto, liso, perfecto; trazado como quién trata de aparentar, oculto como quien trata de ignorar el calor bajo un pulóver de color negro; tal vez, alguna blanca cicatriz, camuflada como lo hace un copo más entre la nieve.
Y de nuevo la prisión oculta entre sus brazos, el aroma dulce que emana de su voz, la sensación electrizante al tacto de su piel, el porte reservado y la imagen inconsciente de constante autoflagelación, la necesidad de correr a consolarlo, el rastro de flores silvestres que deja al caminar, el hecho de discutir sólo por la libertad, las neuronas que rompen sus cadenas para salir al exterior robando fuerzas de su idealismo, el líquido que derrochan los poros de su piel como queriendo liberar al líder reprimido, el dolor en el fondo de sus parpados, los gritos en el fondo de su cráneo, su mano sosteniendo un cuchillo, el malestar, el ahogo, el llanto, la caricia del metal en su mano, la caricia del filo en su muñeca, la calma, la paz.
Y luego el alivio momentáneo de ya no escuchar a las criaturas gritar, el momento de placer carnal, lo efímero, las nubes enmarcadas en sus pupilas y el rugido serpenteante y sumiso de la catarata, la mirada misteriosa y el porte reservado, el conjunto de factores que se pone en venta, el precio que resulto ser tu corazón, la plenitud del campo en su espasmo de felicidad, la inmensidad del cielo en cada uno de sus besos.
Y entonces, el dolor.

Es malísimo, pero en fin...

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